¿Realmente educan los castigos?

La neurociencia demuestra que los castigos afectan al desarrollo del cerebro y a la salud mental de niños y adolescentes

Cada vez hay más estudios neurocientíficos que demuestran las secuelas y repercusiones que ejercen los castigos sobre la salud mental de niños y jóvenes.  Esto no significa que no debamos poner límites o corregir las conductas inapropiadas. Años de investigación y aplicación de diferentes métodos educativos, avalan la eficacia de la Crianza Respetuosa, un tipo de educación basado en el respeto del desarrollo de los pequeños en sus diferentes etapas, y los derechos de la infancia. Es un tipo de crianza sin violencia pero firme, segura y confiable, que ofrece la seguridad emocional necesaria para que se dé el aprendizaje y promueve el vínculo entre niño y adulto. 

Ahora que la evidencia científica demuestra el daño que hacen los castigos en el cerebro del niño, la Crianza Respetuosa propone como alternativa el uso de las consecuencias. Aunque puedan parecer sinónimos, son estrategias muy diferentes, tanto al aplicarlo como en los resultados que tiene utilizarlas.  

Debemos entender la finalidad del castigo, que no es otra que corregir desde el dolor, ya sea físico o emocional, cuando nuestro hijo está teniendo una conducta que consideramos incorrecta. Lo que esperamos, es que si en algún momento se ve tentado a realizar de nuevo esa conducta que no aprobamos, recuerde que se le hizo daño (sea quitándole algo que le gusta, o de forma violenta), y se le quiten las ganas de actuar de ese modo. 

Hija sentada en una jaula por una mala acción . Imagen de pch.vector en Freepik

¿Pero realmente funcionan los castigos?

Muchos padres y madres se ven desesperados al darse cuenta que de, a medio plazo, los castigos dejan de funcionar, quedándose sin herramientas.

¿Realmente el niño se ve desincentivado a realizar esa conducta que consideramos inapropiada cuando aplicamos un castigo?

En realidad, efectivamente, recordará que actuar de ese modo, le repercutió un daño, pero eso no le va a llevar a cambiar esa conducta, sino más bien conducirá a que cuando decida actuar así, busque la forma de que no le pillen. Además de que no le desincentiva a actuar así, crea una desconexión y un alejamiento emocional del adulto, con el que se genera una relación de miedo. Es decir: “prefiero que papá o mamá no se enteren para que no me castiguen”, y cuando son pequeños, puede parecer que eso no es un problema, pero si ese pensamiento lo extrapolamos a un adolescente, entonces ya nos preocupa más en lo que pueda desembocar, evitando que nos enteremos. Además, ese pensamiento de evitar que nos enteremos para evitar el castigo, hace también que aparezcan las mentiras. En cualquier caso, los castigos no ayudan a educar e incentivan la distancia y la mentira en la relación entre padres e hijos. 

¿Qué son las consecuencias?

La diferencia fundamental entre los castigos y las consecuencias es que estas últimas no buscan hacer daño al niño o adolescente “por su bien” o “para que aprenda”. El mensaje intrínseco tras esas palabras es bastante duro, pues lo que enseñan es que es lícito hacer daño en nombre del amor (con las repercusiones a largo plazo que pueden tener en las emociones del futuro adulto, y sus relaciones). 

Lo que buscan las consecuencias es enseñar cuál sería la conducta correcta, pero sobre todo, mostrar el modo de reparar el daño que se haya podido provocar, si lo ha habido. 

¿Cómo enseñar entonces la conducta correcta?

La Crianza Respetuosa propone una técnica muy sencilla para aplicar lo que llama  “consecuencias lógicas” en lugar de castigos. Se trata de la Regla de las 4 R’s, y tiene que cumplir los siguientes requisitos:

    1) RELACIONADA, la consecuencia debe estar relacionada con la conducta que queremos reconducir. 

    2) RESPETUOSA, con el niño y con la persona agraviada,

    3) RAZONABLE (hablamos que de sea proporcionada),

    4) REVELADA con anterioridad.

Es decir, si el niño ha pintado en la pared, la consecuencia no puede ser dejarle sin ver los dibujos, porque eso solo lo haríamos para quitarle algo que le gusta y por tanto, que “le duela”, y no aprendería nada de ello. Una Consecuencia Lógica sería, por ejemplo, tener que limpiarlo. Esa solución estaría RELACIONADA, sería RESPETUOSA con el niño y con la familia al enmendar el daño cometido en el hogar de todos, sería RAZONABLE y proporcionada, y debería estar REVELADA o avisada con anterioridad, por ejemplo, siendo una norma en casa que quien daña algo del hogar, debe buscar la forma de arreglarlo o solucionarlo. 

Los errores son maravillosas oportunidades para aprender

De esta forma, el niño aprende las consecuencias de sus acciones y también la forma de solucionar o enmendar los errores cometidos. Porque los errores son maravillosas oportunidades para aprender. 

La conclusión es que LOS CASTIGOS NO EDUCAN

La conclusión es que LOS CASTIGOS NO EDUCAN. Ahora que ya sabemos aplicar las Consecuencias Lógicas en su lugar, podemos mostrar la forma correcta de hacer las cosas a los niños desde el respeto y la conexión. Construyendo así la relación de confianza y colaboración que todos deseamos con nuestros hijos. 

¿Eres la mamá o el papá que quieres ser?

Enlace al artículo publicado en elperiodicodeaqui

Mamá de Plutón
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mamadepluton

Soy Consultora de crianza, Educadora de Familias en Disciplina Positiva certificada por la Positive Discipline Association de USA (PDA) y por la Asociación Disciplina Positiva España (ADPE), además de Cooperante Internacional por los Derechos Fundamentales de la Infancia.

También soy una madre perfectamente imperfecta y me esfuerzo cada día por estar más cerca de ser la mamá que quiero ser. Acompaño a familias en la crianza, para ayudarles a encontrarse y a vivir la maternidad/paternidad de la forma más feliz posible.

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